miércoles, diciembre 19

Olfato conquistador

Son las cinco de la tarde. El cielo se oscurece antes de lo habitual. Miles de naves extraterrestres ocupan el cielo sin apenas dejar pasar la luz del sol.

En Londres, los dirigentes de todos los países del mundo se reúnen para hallar una solución al problema. El ambiente es solemne y amistoso: las viejas rencillas se dejan aparcadas ante el nuevo enemigo a combatir. Incluso Chávez y el Rey estrechan sus manos.

Después de intensas horas de deliberaciones, los dirigentes de la Tierra toman una decisión. Aceptan la invitación amistosa del líder de los extraterrestres para hablar y aclarar la situación. Como representante del planeta envían al presi de moda, Nicolás Sarkozy.

Un día y cinco horas pasó Sarkozy en la nave nodriza. A su vuelta, el mundo, expectante, aguarda para escuchar las palabras que resolverán su futuro. Las cadenas de televisión de todo el planeta emiten el discurso del presidente francés en directo.

- No hay nada que hacer –resume apesadumbrado Sarkozy-. Los extraterrestres me han mostrado los títulos de propiedad y, aunque datan de hace 3.000 años, está todo en regla. La Tierra es suya.

En ese momento, solo Manolo, un extremeño emigrado a Carabanchel en los años 70, se atrevió a apagar el televisor.

- Vamos, MariCarmen. No cojas más trastos que nos va a pillar la caravana como no salgamos pronto.

MariCarmen esperaba ya en el interior del vehículo cuando Manolo logró meter todos los bártulos dentro del coche. Por primera vez desde que llegaran los extraterrestres, MariCarmen se atrevió a hablar.

- No, si al final te voy a tener que dar la razón: comprar un acre de terreno en la Luna por 14 € era una inversión segura.

- Si es que los extremeños tenemos un olfato conquistador…

viernes, diciembre 7

Pizza Locomotora

- “Pizza Locomotora, tu pedido en media hora”, ¿dígame?

Os presento a Daniel. Moreno, estatura media, 27 años. Titulado universitario y, desde hace unos meses, pizzero. Aquel que está a su derecha es su jefe. Orondo, calvo y con bigote. Lee el periódico, gruñe y hace alguna que otra quiniela on-line. Esas son sus grandes aportaciones al emergente negocio de las Pizzas Locomotoras, que si no llegan a tu casa en media hora, te salen gratis.

Daniel cuelga el teléfono, respira hondo y activa el cronómetro: comienza la cuenta atrás. Media hora. Treinta minutos. Uno de ellos se pierde en la preparación de la masa; cuarenta segundos en sacar de la cámara todos los ingredientes; un minuto y medio para colocarlos en la base, veinte segundos para meterlo todo en el horno. Llegan entonces los minutos más pesados, los más largos. Los que el horno te roba hasta que la pizza está lista. Impaciente, Daniel no puede hacer otra cosa que mirar el cronómetro una y otra vez para ver cómo su tiempo se va agotando. El horno, egoísta, inclemente, tarda, tarda demasiado en hacer bien su trabajo. Han pasado cinco minutos. Tres minutos y medio más y estará lista. 210 segundos cruzando los dedos para que en ese tiempo no suene el teléfono. 209 segundos para poder salir al reparto, 208, 207…

- Grrrr…

No os asustéis, es el jefe calvo, orondo y con bigote que, entre cabezadita y cabezadita, mete prisas con un gruñido de los suyos.

Suena la campanilla. La pizza está lista. Un minuto tarda Daniel en abrir el horno, sacar la pizza, encajarla (useasé, meterla en la caja), quemarse las puntitas de los dedos con la caja, dejar la pizza en el mostrador para cogerla con el delantal, coger el casco y salir pitando.

16 minutos para cruzar la ciudad de punta a punta. Suficiente. Dani acelera. Hay atasco. Frena. Hay que sortear los coches, los peatones y evitar los semáforos. Quedan tres minutos. Daniel está a punto de llegar. Aparca la moto, le pone la cadena. Coge la pizza. Aún está caliente. Huele bien, jodidamente bien. Un minuto. Aún hay tiempo. Es un quinto. El ascensor está roto. 50 segundos. Aún hay tiempo…

- Su pedido.

- Llegas justo.

- Pero a tiempo.

Pedido pagado y dos euros de propina. Genial, podrá pagarle a Raquel, su novia, una Fanta cuando el sábado vaya a verle a la pizzería.


- Hawaiana mediana con extra de piña. Te quedan 21 minutos. Grrrr –gruñe el jefe en cuanto Dani cruza el umbral del establecimiento.

El chico silba mientras prepara los ingredientes para el nuevo pedido. “Esto es vida y no lo del periódico”, piensa Dani que hace unos meses decidió abandonar su carrera como redactor en el periódico de moda para dedicarse al negocio de las pizzas. “Aquello sí que era vivir contrarreloj”.