viernes, diciembre 7

Pizza Locomotora

- “Pizza Locomotora, tu pedido en media hora”, ¿dígame?

Os presento a Daniel. Moreno, estatura media, 27 años. Titulado universitario y, desde hace unos meses, pizzero. Aquel que está a su derecha es su jefe. Orondo, calvo y con bigote. Lee el periódico, gruñe y hace alguna que otra quiniela on-line. Esas son sus grandes aportaciones al emergente negocio de las Pizzas Locomotoras, que si no llegan a tu casa en media hora, te salen gratis.

Daniel cuelga el teléfono, respira hondo y activa el cronómetro: comienza la cuenta atrás. Media hora. Treinta minutos. Uno de ellos se pierde en la preparación de la masa; cuarenta segundos en sacar de la cámara todos los ingredientes; un minuto y medio para colocarlos en la base, veinte segundos para meterlo todo en el horno. Llegan entonces los minutos más pesados, los más largos. Los que el horno te roba hasta que la pizza está lista. Impaciente, Daniel no puede hacer otra cosa que mirar el cronómetro una y otra vez para ver cómo su tiempo se va agotando. El horno, egoísta, inclemente, tarda, tarda demasiado en hacer bien su trabajo. Han pasado cinco minutos. Tres minutos y medio más y estará lista. 210 segundos cruzando los dedos para que en ese tiempo no suene el teléfono. 209 segundos para poder salir al reparto, 208, 207…

- Grrrr…

No os asustéis, es el jefe calvo, orondo y con bigote que, entre cabezadita y cabezadita, mete prisas con un gruñido de los suyos.

Suena la campanilla. La pizza está lista. Un minuto tarda Daniel en abrir el horno, sacar la pizza, encajarla (useasé, meterla en la caja), quemarse las puntitas de los dedos con la caja, dejar la pizza en el mostrador para cogerla con el delantal, coger el casco y salir pitando.

16 minutos para cruzar la ciudad de punta a punta. Suficiente. Dani acelera. Hay atasco. Frena. Hay que sortear los coches, los peatones y evitar los semáforos. Quedan tres minutos. Daniel está a punto de llegar. Aparca la moto, le pone la cadena. Coge la pizza. Aún está caliente. Huele bien, jodidamente bien. Un minuto. Aún hay tiempo. Es un quinto. El ascensor está roto. 50 segundos. Aún hay tiempo…

- Su pedido.

- Llegas justo.

- Pero a tiempo.

Pedido pagado y dos euros de propina. Genial, podrá pagarle a Raquel, su novia, una Fanta cuando el sábado vaya a verle a la pizzería.


- Hawaiana mediana con extra de piña. Te quedan 21 minutos. Grrrr –gruñe el jefe en cuanto Dani cruza el umbral del establecimiento.

El chico silba mientras prepara los ingredientes para el nuevo pedido. “Esto es vida y no lo del periódico”, piensa Dani que hace unos meses decidió abandonar su carrera como redactor en el periódico de moda para dedicarse al negocio de las pizzas. “Aquello sí que era vivir contrarreloj”.

1 Comentarios:

Blogger Pikatoust said...

Pizza Locomotora! Muy bueno. Me ha gustado mucho esta historia. Me gusta cómo adjetivas el horno y realmente consigues que sienta el reloj encima de mi nuca presionando por las prisas!

diciembre 14, 2007 7:35 a. m.  

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