viernes, octubre 15

Procrastinando, que es gerundio

Por primera vez en meses tengo que hacer algo para mí, no para el trabajo, ni para las visitas, ni para mi compañera de piso. Tengo que arreglar algo que podría arreglar mi vida. Pero me siento incapaz.
Doy vueltas en círculos, escucho a La Cabra Mecánica, me muerdo la cola y me imagino que yo soy el hombre lobo y que tú eres la mujer pantera. Y todo por culpa del café que me tomé a media tarde, a una hora que siempre me sienta mal. Pero acabo tomando café por la tarde porque siempre trabajo por la tarde. O por la mañana y por la tarde. O por la tarde y por la noche. Entonces, con tanto lío, en medio de la confusión, se me olvida que el café me transforma, me da la vuelta, me pervierte, me incapacita, me molesta y no me deja, me persigue, me acosa, me abruma, me fustiga y me pellizca, sobre todo me pellizca, mientras sueño con labios de calamares y planeo arreglar mi vida.
El café no me deja hacer nada de lo que quiero hacer y digo café porque procrastinar suena ridículo y presuntuoso. El café es mi concentrado de "vuelva usted mañana" y el azúcar son los vídeos de grupos pasados de moda que encuentro en Youtube.
Cómo pasa el tiempo. De los de entonces sólo quedan Gabi y algunos ratos de Arantxa, que de vez en cuanto se encarga de recordarme que parece que estoy enfadada con el mundo. Y tiene razón. Estoy enfadada con el mundo, con lo injusto que es tomarse un café, uno solo, y que todo se vaya a hacer puñetas. Cuántos litros se habrán tomado otros y su mundo sigue dando vueltas!
Cómo pasa el tiempo. Ya casi ha pasado un año y ya casi estoy de vuelta en casa, o en lo que queda de ella. Si no me hubiera tomado aquel café esta tarde quizá no estaría pensando en esto, dando vueltas en círculo y mordiéndome la cola, y estaría dedicando mi tiempo a parchear el tejado en vez de a autocompadecerme.
Cómo pasa el tiempo. Cómo pasa y cómo se detiene en la memoria y en tu persona. Que sigues igual que siempre, en el mismo punto, con la misma actitud no intervencionista cuando mi vida está en guerra y no encuentro trincheras por culpa del café. Tú también procrastinas, conmigo, contigo, con tu madre, con ellos. Pero no tienes ni idea. Y yo te lo consiento.
Necesito un café.

lunes, julio 5

Londres, 10.25 de la noche

Llego a la habitación y me encuentro con la decepcionante perspectiva de que esta noche me acostaré sin poder hablar con él.
Quizá aproveche para leer. Quizá aproveche para pensar. Quizá intente ver otro capítulo de The Big Bang Theory sin subtítulos. Pero al final, como de costumbre, me dejo llevar por la inercia y la apatía y acabo haciendo algo tan poco constructivo como actualizar un blog que tengo abandonado desde hace casi un año.
Hoy hace 6 meses que llegué a Londres y, desde entonces, esa misma actitud, ese mismo dejar pasar el tiempo sin que nada pase, han sido los compases dominantes de mi vida. Soy un animal de costumbres, carne de rutina, y no consigo verle el lado bueno a una ciudad que no me ofrece ni mi cama, ni a mi madre ni el calimocho de aquel bar.
Echo de menos mi casa, mi gente, mis amigos. A mi hermano, a mi padre, a Gabi. Echo de menos ir a la compra con el carro y coger el metro, un metro sin ratas. En fin, echo de menos mi vida. Porque por mucho que dentro de un rato, como todas las noches desde hace meses, acabe durmiendo en esta cama con sábanas de Primark y colchón destartalado, en Londres no está mi casa.
Y mucho menos sin él.

martes, septiembre 22

De calcetines y hombres

Enciende el ordenador nada más llegar a casa. Siempre lo hace. Manías, costumbres, vicios y complejos. Hoy quiere ver porno. Se mete en esa web, en esa página que hace juegos de palabras con youtube y algo de rojo, red, no, espera, esa no va, con porn... algo así. Ya está. Bendito Firefox que lo encuentra todo.
Mientras se cargan los vídeos se desnuda, se quita las zapatillas, se huele los calcetines y pone algo de música. Iván Ferreiro es el afortunado, que nunca le ha gustado, pero hoy le apetece escuchar pastelote. Después de "Ciudadano A", youtube (esta vez el de verdad), le lleva hasta "Abrázame". Abrir pestaña. Enlace en Facebook.

Vuelve al tuporno. Se decide por un vídeo en el que salen dos chicas, por si escuchar a Iván Ferreiro no resultara suficientemente ñoño de por sí. Ahora suena "Te echaré de menos hoy". Las chicas del vídeo, morena y rubia respectivamente, se mueven al compás de la canción y acaban completamente desnudas al tiempo que se escucha "no sé cómo parar esta canción...".
"Pues no la pares", piensa. Y la morena no para, sigue jugueteando con el piercing del ombligo de una rubia-pocos-pechos para preparar, a todos, a la rubia, al espectador y hasta a Iván Ferreiro, para lo que está a punto de pasar.
Lo bueno de la historia es que todo acaba pasando al mismo tiempo y todos terminan a la vez: la canción, la rubia, el vídeo y él.
Lo malo es que cuando todo acaba, Iván Ferreiro vuelve a ser un triste odioso. La rubia y, de paso, la morena, resultan vulgares. Alguien hace un comentario estúpido en Facebook sobre el enlace. La conexión a Internet empieza a ir lenta. Y el olor de los calcetines, tirados en cualquier rincón de la habitación, resulta incómodo, muy incómodo.

miércoles, septiembre 2

Martes, a las 3 de la mañana

He llegado a casa y no había nadie despierto. Incluso mi madre, mi reducto de paciencia incondicional, se había ido a la cama, cansada de esperar, enfadada porque no avisé. Me voy a la cama y allí tampoco hay nadie. Porque no lo merezco, porque, ahora mismo, además, no lo siento. Y sé... qué cojones. No sé nada. Cedo ante cualquier petición, me dejo llevar y no me defiendo ante nada porque nada me ofende y nada me halaga, porque todo es lo mismo. Me da igual todo, ya me da igual todo. Sin prioridades ni principios solo me queda volver a casa a las 3 de la mañana, un martes, a las 3 de la mañana. Y encender internet, y que no haya nada. Normal, es martes y son las 3 de la mañana. Los que estuvieron esperándome, cansados, se han ido a la cama, enfadados porque no avisé de que hoy, martes, me dejaría llevar y llegaría tan tarde.
De repente pienso en Raquel, en la Raquel de mi mejor amigo, que no es suya, pero ojalá lo fuera. Ojalá todo el mundo tuviera a alguien perenne y definitivo, sin dudas ni pasos atrás, de principio a fin, para siempre. Ojalá. Pero Raquel no es de nadie y ni siquiera mi amigo la quiere para sí. Y todos, como ellos, estamos solos cuando llegamos a casa y nos metemos a la cama. Ése es el gran drama de la vida. Más tarde o más temprano, llegamos a casa, nos metemos en la cama y estamos solos. Un Martes. A las tres de la mañana.

miércoles, agosto 26

Starbucks

Ha pasado algo que lo ha cambiado todo. Ha cambiado hasta la contraseña de esta cuenta de correo que siempre había sido tan mía. Y ha sido necesario que eso pasara para que yo volviera a escribir en este blog que nunca había sido tan de otros como hasta ahora.
Mañana iré con mis amigos de toda la vida, esa vida que hoy parece tan distinta, a tomar un café en el Starbucks. Para entonces, me habré teñido el pelo. "Buscaba un cambio", diré. "No me soporto a mí misma", pensaré para mis adentros. Y tomaré café del malo en ese sitio tan molón que todos adoran. Y tomaré café, esa sustancia que nunca me ha llegado a convencer.
Fingiré que no me pasa nada, sonreiré como hago siempre, iré pintada. Y por la tarde, en el trabajo, buscaré un tema que no llega y murmuraré con María sobre las tetas de su hermana pequeña.
Y mientras el mundo, hoy tan distinto, seguirá dando vueltas.

jueves, marzo 5

Sobre vacas, taxistas y bufandas

Ahora, por las tardes, recorro Madrid en taxi. Paseo por la Castellana, invadida por vacas y bufandas, y dejo que los taxistas me cuenten a través de la mampara, cada uno con su acento, su anecdotario personal sobre la crisis, y sobre cómo cambia la vida. Ya nada es lo que era. Y si no, que me lo digan a mí, que llego cada noche a casa, agotada, cansada de pasearme como una señorita y de trabajar como una niñata que no tiene ni idea de lo que se trae entre entre manos.
Han sido testigos de mis errores la Embajada de Irael, José Montilla, Isabel Coixet, Esperanza Aguirre y el ex Ministro de Justicia. En dos meses, todos ellos y muchos más han dejado de ser la gente que sale por la tele para convertirse en objetivos de mi grabadora. Una grabadora torpe y caprichosa que no hace más que jugarme malas pasadas a mí, que ya bastante tengo con encontrar el titular adecuado como para preocuparme de que para que funcione el Rec, tengo que quitarl el Hold.
Las tardes van pasando y persiste en mí la sensación de que no sé nada de esta profesión que tantas ganas tengo de hacer mía. Anoto mentalmente los fallos para así redimir mis errores: quédate atrás, trágate el miedo, pide la factura del taxi, saca la tarjega al llegar a Efe, busca otra noticia, busca la noticia...
Pese a todo, mantengo la esperanza de que una tarde de estas, quizá frente a Gallardón o al Presidente del Gobierno, terminaré de hacerme periodista, dejaré de ser una becaria para hacerme una mujer, que diría Juanjo. Y sólo a partir de entonces, podré pensar en estos días como el año que pasé paseando en taxi por Madrid.

viernes, febrero 20

Pendiente

Tengo pendiente una entrada que escribí hace unas semanas y que no me atrevo a publicar.
Tengo pendiente la creación de un blog profesional para encauzar mi tiempo de ocio en la red hacia un fin constructivo.
Tengo pendiente irme a la cama hoy, por ayer, esta noche, que ya es mañana.
Tengo pendientes emails, cerrar una cuenta corriente tan corriente que no me cuenta para nada, tengo pendiente no tirar y dejar que me lleve la corriente, tengo pendiente atreverme, osar, pelearme, cambiar, seguir siendo yo misma para siempre. Siempre.
Mañana cogeré el tren y en Cantoblanco se llenará de estudiantes que tienen pendientes mil tareas pese a que el cuatrimestre acaba de empezar, que tienen pendientes hasta en mitad de la cara, sin orden aparente, los llaman piercings, pero no dejan de ser pendientes.
Tengo pendiente volver a ponerme mis pendientes, encontrar unos nuevos bonitos y duraderos y afanarme para no perderlos.
Tengo pendientes mil películas y recuperar mi inglés, si es que un día lo tuve, porque mis ingles ya las tengo perdidas sin esperanza alguna de recuperarlas.
Tengo pendientes dos visitas a Europa, un viaje por España, cuatro capítulos de Lost y acabar este post que se ha enredado y que no me deja irme a la cama, que de todas las cosas que tengo pendientes, es la que me urge de forma más inmediata.
¿De qué nombre vendrá Tato?