A lo tonto a lo tonto
El cercanías en hora punta no siempre cumple los horarios y menos aún cuando hay huelga encubierta.
Una mañana de esas, Paola, Luis, Pedro, Emilia y un centenar de pasajeros más no se sorprendieron cuando el tren se quedó parado entre Recoletos y Atocha más tiempo de lo habitual. Sólo a algún visionario se le ocurrió pensar "qué raro", pero poco más. Lo cierto es que la gente se adaptó perfectamente a la situación y pronto todos encontraron algo que hacer.
Desde el primer día, Luis se erigió como líder del grupo y distrubuyó las tareas entre todos. Por ejemplo, encargó a un par de personas de su confianza que organizaran un almacén con toda la comida para poder racionarla entre los viajeros de forma ecuánime y a algunos de los muchachos más jóvenes se les encomendó la tarea de mantener los aseos como deben estar: aseados.
Paola, experta en telecomunicaciones, pensó que no estaría de más tratar de comunicarse con el exterior. Destripó su móvil de última generación, su pda y su Mac para, aprovechando las horas de luz que el túnel les brindaba, tratar de crear una especie de móvil-satélite-ultra-potente.
Cuando la comida empezó a escasear, Pedro, jubilado aficionado a la horticultura, propuso aprovechar el abono y los esquejes que llevaba consigo (se dirigía a la finca de su pueblo cuando tuvo lugar el "parón") y no tardaron en habilitar un vagón-huerto que, sorprendentemente, en pocas semanas comenzó a dar sus frutos pese a la ausencia de luz natural. Todos se sintieron afortunados por aquel pequeño milagro en forma de tomates, coles y zanahorias al que pronto se unieron otros: Emilia terminó su embarazo y dio a luz a dos hermosas y sanas criaturas; al pequeño Miguelito se le cayó el primer diente de leche y el Ratón Pérez le obsequió con una chocolatina que nadie sabe muy bien de dónde salió; Marta y Diego se enamoraron y anunciaron su compromiso...
La pequeña comunidad vivía feliz en su tren de cercanías. A lo tonto a lo tonto, pasaron cinco años. Fue entonces cuando a alguien se le ocurrió comprobar si funcionaba la apertura de emergencia. Todos se sintieron en cierto modo decepcionados al comprobar que sí, que así era.
Desde el primer día, Luis se erigió como líder del grupo y distrubuyó las tareas entre todos. Por ejemplo, encargó a un par de personas de su confianza que organizaran un almacén con toda la comida para poder racionarla entre los viajeros de forma ecuánime y a algunos de los muchachos más jóvenes se les encomendó la tarea de mantener los aseos como deben estar: aseados.
Paola, experta en telecomunicaciones, pensó que no estaría de más tratar de comunicarse con el exterior. Destripó su móvil de última generación, su pda y su Mac para, aprovechando las horas de luz que el túnel les brindaba, tratar de crear una especie de móvil-satélite-ultra-potente.
Cuando la comida empezó a escasear, Pedro, jubilado aficionado a la horticultura, propuso aprovechar el abono y los esquejes que llevaba consigo (se dirigía a la finca de su pueblo cuando tuvo lugar el "parón") y no tardaron en habilitar un vagón-huerto que, sorprendentemente, en pocas semanas comenzó a dar sus frutos pese a la ausencia de luz natural. Todos se sintieron afortunados por aquel pequeño milagro en forma de tomates, coles y zanahorias al que pronto se unieron otros: Emilia terminó su embarazo y dio a luz a dos hermosas y sanas criaturas; al pequeño Miguelito se le cayó el primer diente de leche y el Ratón Pérez le obsequió con una chocolatina que nadie sabe muy bien de dónde salió; Marta y Diego se enamoraron y anunciaron su compromiso...
La pequeña comunidad vivía feliz en su tren de cercanías. A lo tonto a lo tonto, pasaron cinco años. Fue entonces cuando a alguien se le ocurrió comprobar si funcionaba la apertura de emergencia. Todos se sintieron en cierto modo decepcionados al comprobar que sí, que así era.
1 Comentarios:
Un dia de estos me veo metido en algo así. Malditos cercanias!! Y cuál sería mi funcion??
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