La vio correr, con su vestido nuevo, con una carta a medio leer entre las manos. Corría, lloraba y el sol se habría paso entre su silueta a grandes zancadas inseguras, a breves intervalos de luz intermitente que creaban un misterioso juego de luces y sombras que él y solo él disfrutaba.
La vio sentarse en el banco de la plaza para acabar de leer la carta. La vio reír y, por qué no decirlo, la vio olvidarse del vestido y vio más allá de sus piernas...
La vio guardar la carta en el sobre, la vio volver a casa. La pose, cabizbaja; la mirada soñadora, y el cuerpo, de nuevo, abrazado por el sol.
La vio coger la llave de debajo del felpudo, la vio abrir la puerta y correr hacia su cuarto. La vio guardar la carta junto a las demás en la bolsa de tela que escondía debajo del colchón. La vio asomarse a la ventana para ver si conseguía verle...
Le vio marcharse a casa a escribirle otra carta.
La vio sentarse en el banco de la plaza para acabar de leer la carta. La vio reír y, por qué no decirlo, la vio olvidarse del vestido y vio más allá de sus piernas...
La vio guardar la carta en el sobre, la vio volver a casa. La pose, cabizbaja; la mirada soñadora, y el cuerpo, de nuevo, abrazado por el sol.
La vio coger la llave de debajo del felpudo, la vio abrir la puerta y correr hacia su cuarto. La vio guardar la carta junto a las demás en la bolsa de tela que escondía debajo del colchón. La vio asomarse a la ventana para ver si conseguía verle...
Le vio marcharse a casa a escribirle otra carta.
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