miércoles, enero 17

Se huele

Cada vez estoy más convencida de que el odio se huele. Cuando alguien te cae mal, esa persona lo nota, debemos desprender algún tipo de feromona o qué se yo, pero se nos nota. A mí me pasa con los pelirrojos, como ya sabéis y ahora también... con el Prof. F****. Os he hablado ya de él en un par de ocasiones. Cuando deje de tenerle, os enlazaré el blog que, probablemente, ni leeréis proque es una sarta de copy-paste, artículos demagógicos mal redactados, y alumnos chupapollas (entre ellos yo) que se limitan a no pensar y a escribir lo que tienen que escribir para aprobar.
A lo que vamos. El profesor en cuestión ha estado de baja. Antes de que le operaran y toda la historia, había mandado unos trabajos sobre unos documentales que están echando en la 2. La asignatura se aprueba por trabajos, pero él no dice claramente cuáles hay que hacer. Él habla, divaga, habla, despotrica, susurra, chilla, manda trabajo, habla, comenta, recomienda hacer trabajo, fantasmea, habla de sexo, insulta, defiende, presume. Algo así. Hay que estar atento para cazar al vuelo las indirectas que lanza sobre los trabajos que hay que hacer. Total, que los trabajos sobre estos documentales los mandó antes de Navidades. Hasta esta semana no ha vuelto de la baja. El lunes repitió que había que hacer los trabajos, el martes se los entregué, el miércoles me ridiculizó delante de todos mis compañeros. En realidad me da igual, porque sé que ellos, como yo, piensan que es un gilipollas. Lo que me da rabia es que no le he podido contestar, no me he podido explicar y, muchísimo menos, no he podido expresar mi sincera opinión acerca de sus evidentes problemas de memoria. Se ha vuelto a reafirmar mi idea de que es un cínico y un negrero.
Es un cínico porque el presindente de una ONG que alardea de dar su vida por los demás y patatínpatatán, debería tener en cuenta los sentimientos de las personas, el esfuerzo de sus alumnos, su trabajo y dedicación. Alguien que trabaja en una ONG, si de algo se debe caracterizar, es de tener capacidad de empatía, de ponerse en el lugar de los demás y pensar "Vamos a ver, esta chica o se ha pasado toda la noche sin dormir para hacer los trabajos, o algo raro hay". Alguien que trabaja en una ONG, si ha sido incapaz de encontrar una respuesta aceptable sobre por qué tenía esos trabajos encima de su mesa en tan breve espacio de tiempo, debería haberme preguntado a mí en un apartado, no delante de todo el mundo, chillándome y haciéndome quedar como una mentecata, porque sabe que no soy una mentecata, sino que soy una persona que ha trabajado como a él le gustaría que trabajásemos y le desmonta el papelón de "yo estoy enfermo y aún así estoy aquí y vosotros sois unos vagos que no os enteráis de la misa la mitad". El que no se entera de nada es él.
Por otro lado, digo que es un negrero porque no me ha dado, en ningún momento, la oportunidad de explicarme y, cuando al fin lo ha hecho, ha seguido despotricando diciendo "a ver si os pensáis que somos tontos y que no miramos la ficha, ni consultamos la wikipedia ni nada". Para no escucharme, que no me hubiera dejado hablar. Ha dicho además, dándoselas de listo "Sé quién eres, sé que tuviste Historia con Mª. Antonia y qué nota sacaste" (nos hizo una entrevista personal a principios de curso para preguntarnos, entre otras cosas, en qué trabajan nuestros padres y cuántos hermanos tenemos, datos imprescindibles a la hora de evaluar), yo le digo "una mierda". No tiene ni puta idea de quién soy ni de cómo soy. Porque se habrá mirado la ficha, y sabrá que saqué sobresaliente en Historia de primero, pero no lo ha dicho, ¿por qué? Porque entonces pierde argumentos, yo dejo de ser una alumna que copia-pega (que también lo soy, pero para una vez que no, mira la que he liado) y él, el hombre soberbio que mira a sus alumnos por encima del hombro, se hubiera quedado sin argumentos. Y no tiene ni idea de quién soy porque no sabe una mierda de mi vida, ni quiénes son mis padres ni quiénes serán mis hijos. Qué coño, ni siquiera sabe quién es él, porque si lo supiera, si dejara de vivir en la mentira en la que vive, miraría al mundo por primera y última vez con humildad, y se pegaría un tiro. Y qué agusto se quedaría una que yo me sé.