No lo sé
Entré en el bar y nuestras miradas se cruzaron. Es curioso porque, por primera vez, fue especial. Y fue especial porque fue diferente: yo le miré y no sentí nada y, cuando él me miró, se podía intuir cualquier cosa menos indiferencia. Después de tantos años, de haber sufrido tanto por su indiferencia, era yo quien pasaba por su lado altiva, sabiéndome ganadora, mientras que él, quizá, dejaba escapar por sus ojos una chispita de derrota. No le compadezco por ello y tampoco me alegro. Por una vez, me sentí mejor que él. Con eso me vale.
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