miércoles, febrero 22

Ella

La chica sonreía y presumía de tener los ojos negros. "Está comprobado que el iris, por muy oscuro que sea, nunca llega a ser negro. Nadie tiene los ojos completamente negros". "Yo sí" , solía contestar con cierto aire de orgullo infantil. Seguía sonriendo y resultaba encantadora. A él, al menos, le encantaba. Las cosas eran fáciles con ella: era inocente y confiada, no exigía más de lo que él estaba dispuesto a darle y él no podía hacer otra cosa que aprovecharse. Después de un québonitosojostienes y de un par de portibajaríalalunaylasestrellas, lograba llevársela a la cama. Para él sólo era un juego; para ella era la promesa del primer amor verdadero. No es que él no la quisiera: él la amaba a su manera. Le gustaba explorarla, descubrir cada noche un lunar nuevo en su espalda, le gustaba disfrutar de los diferentes matices del sabor de sus labios y le gustaba esa sonrisa condenada que siempre llegaba en el instante justo para sorprenderle. Pero una mañana, al despertar y verla desnuda en su cama, sintió que ya llevaba mucho tiempo ahí, que ya la conocía tanto que su curiosidad no podría nunca hallar nada nuevo en aquella muchachilla cuya piel estaba más que cartografiada en el mapa de su recuerdo. Así que, con aire fresco, se marchó.
Ella lloró al despertarse. Le llamó un par de veces, pero nadie contestó; fue a buscarle a su piso, pero siempre estaba vacío, y, al final, le escribió una carta que alguien rompió antes de que fuera abierta.
Pasaron los años y un día se encontraron. Él llevaba del brazo a una chica rubia. Ella caminaba con el aire de quien ha vivido mucho. Los hombres la miraban al pasar y ella solo sonreía. Sus miradas se cruzaron y él sintió una punzada en el corazón: ¿de qué color eran aquellos ojos?

2 Comentarios:

Blogger Eugenio said...

Que adecuado a mis circunstancias.

febrero 23, 2006 12:22 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

vaya

febrero 24, 2006 12:50 a. m.  

Publicar un comentario

<< Home