domingo, septiembre 25

África

Mi hermano es siete años mayor que yo, por tanto coincidimos poco tiempo yendo juntos al colegio. Los pocos recuerdos que tengo de esa época junto a él se reducen a la ruta de autobús que nos acercaba al cole. A veces me dejaba sentarme con él y con sus amigos. Recuerdo vagamente a la mayoría de ellos, solo hay una imagen que permanece clara en mi memoria y parece resistirse a abandonarla: es el rostro de una chica que se llama(ba) África. África era morena, con pelo largo y bastante ondulado, pero sin llegar a ser rizado, tenía los labios carnosos y los ojos así como rasgados. El resto de su cuerpo no lo recuerdo, solo recuerdo su cara y quizá un trozo de su cuello y de la zona donde empiezan los hombros. Tampoco recuerdo su voz ni su vida ni ningún detalle más acerca de su persona: solo su nombre y su cara, nada más. África es hermosa en mi memoria. Quizá si viera una foto suya de aquella época no me parecería bonita ahora; probablemente si la viera por la calle no la reconocería. Yo era una cría de unos 6 ó 7 años, a esa edad los niños son fácilmente impresionables; ella era una adolescente de unos 13 ó 14, cuando las chicas empiezan a ser mujeres. Probablemente mi memoria me haya jugado una mala pasada y haya transformado los recuerdos en algo mucho más idealizable de lo que era en realidad. En este caso, la jugarreta, es placentera, pero, en muchos otros, hace daño.