sábado, octubre 8

Historia con moraleja

Habla y habla sin cesar, ¡maldita sea! Y tengo que escucharle. Qué hábil don el suyo, el de lograr volcar las culpas siempre sobre mí.
Si una mujer le envía un mensaje, digamos, "comprometido" y yo lo leo (porque en ese momento él iba conduciendo, porque no estaba en casa cuando esperábamos un mesaje para una cita a la que ambos asistiríamos o por cualquier otro motivo), siempre termino yo siendo la entrometida-paranoica, ¿acaso no puede tener amigas? ¿No le "doy permiso" para tener vida más allá de nuestra relación?
Si salimos con sus amigos y él me ignora para ver el fútbol, comentar la anécdota de la borrachera de la semana pasada o hablar sobre la rubia que hace las fotocopias en su oficina, siempre soy yo la que se queda aislada en un rincón :"es que no te integras".
¿Y cuándo se va de casa y no vuelve hasta las tantas? No es que sea una histérica celosa, es que si no me avisa de que va a llegar tarde, simplemente, me preocupo...
Él habla y habla y sigue hablando. ¿La última disputa? Le dije que a la vuelta del trabajo comprara sal (llevo diciéndoselo toda la semana), se le olvidó, para variar. Y Don Ocupado-tengo-asuntos-más-importantes-que-tu-estúpida-sal-ésa-es-tarea-tuya habla sin descanso para, de nuevo, hacerme sentir culpable. Y estoy harta:
-¿Salimos a cenar fuera?
-Es lo único coherente que has dicho en toda la noche, nena.
Morajela: No te dejes, que le jodan.